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Micelio: material vivo que puede revolucionar la arquitectura y construcción

¿Te imaginas vivir en una casa cultivada, hecha de hongos, que respira, se repara sola y, al final de su vida útil, se reintegra silenciosamente al bosque o al suelo urbano del que vino? Lejos de ser ciencia ficción, la revolución de los materiales vivos ya ha comenzado, y el micelio —la estructura subterránea de los hongos— se presenta como uno de los candidatos más prometedores para construir el futuro.

¿Qué es el micelio y cómo se utiliza en la construcción?

El micelio es la red subterránea de filamentos que constituye la base del reino fúngico. Cada uno de esos filamentos se llama hifa: estructuras microscópicas, alargadas y ramificadas que crecen formando tramas complejas. Al entrelazarse, las hifas crean un tejido continuo capaz de absorber nutrientes, descomponer materia orgánica y establecer conexiones simbióticas con plantas, bacterias y otros organismos del suelo.

A menudo invisible, esta red actúa como el sistema digestivo y nervioso de los hongos, y cumple un papel ecológico esencial en los ecosistemas. Pero más allá de sus funciones naturales, el micelio presenta propiedades físicas que lo hacen ideal como material de construcción sostenible. Su capacidad para expandirse, consolidarse y adherirse a distintos sustratos lo convierte en una base estructural sorprendentemente versátil.

El micelio es la red subterránea de filamentos que da origen a las setas
El micelio es la red de filamentos que forma la base del hongo, a partir de la cual crecen cuerpos fructíferos como las setas. Foto: Ірина Бучнєва.

Cuando se cultiva en condiciones controladas —utilizando residuos agrícolas como alimento—, el micelio coloniza su entorno y lo aglutina como si fuera un cemento biológico. En cuestión de días, forma estructuras sólidas, ligeras, resistentes, ignífugas, con propiedades de aislamiento térmico y acústico. Y quizá lo más importante: es biodegradable y compostable, completamente integrado en el ciclo natural de la vida.

El micelio puede crecer dentro de un molde con paja o aserrín en tan solo 5 a 10 días, formando ladrillos o paneles duros sin necesidad de hornos ni procesos industriales contaminantes.

Frente a materiales como el cemento, el plástico o el yeso, el micelio no genera emisiones netas de CO₂ durante su cultivo en su fabricación; por el contrario, lo absorbe durante su crecimiento. Es una alternativa de bajo impacto, escalable y alineada con la economía circular.

Aprendiendo del interior del hongo: orientación, no composición

Un grupo de ingenieros de las universidades de Binghamton y UC Merced ha demostrado que la clave para crear materiales más resistentes y ligeros no está en su composición, sino en su arquitectura interna. Al estudiar cómo se organizan las hifas —los filamentos que componen el micelio— dentro de distintas especies de hongos, descubrieron que la orientación de estas fibras influye radicalmente en las propiedades mecánicas del material.

En concreto, analizaron dos tipos de setas comestibles: el champiñón blanco (Agaricus bisporus), con hifas distribuidas al azar, y el maitake (Grifola frondosa), cuyas hifas están alineadas en una sola dirección. A través de microscopía electrónica, pruebas de compresión y simulaciones en 3D, comprobaron que una simple reorganización del tejido duplicaba la rigidez del material, sin añadir nuevos ingredientes ni modificar la química.

Este hallazgo, publicado en Advanced Engineering Materials, sugiere que copiar los patrones ocultos en los hongos podría inspirar nuevos materiales bioinspirados para arquitectura, embalaje, medicina o aviación. No se trata de inventar más, sino de observar mejor: la naturaleza ya diseñó lo que necesitamos.

Construir con hongos: el micelio en la arquitectura contemporánea

Aunque suene a ciencia ficción, lo cierto es que el micelio ya se ha utilizado para levantar muros, construir estructuras experimentales y diseñar espacios habitables. De momento, sus aplicaciones se han dado sobre todo en contextos artísticos, efímeros o piloto. Pero estas primeras edificaciones fúngicas no solo revelan el potencial de los materiales vivos, sino que también abren la puerta a una nueva forma de entender la arquitectura: biológica, regenerativa y completamente biodegradable.

Hy-Fi: una torre de ladrillos vivos 

Uno de los ejemplos más emblemáticos es la Hy-Fi Tower, construida en 2014 por el estudio The Living (dirigido por David Benjamin) en el patio del MoMA PS1, en pleno Nueva York. La estructura, de casi 13 metros de altura, estaba formada por ladrillos fabricados con micelio y residuos agrícolas, desarrollados junto a Ecovative. Estos “ladrillos vivos” eran ligeros, resistentes y no requerían cocción ni procesos industriales contaminantes. Tras la exposición, la torre fue desmontada y compostada, demostrando que es posible crear estructuras arquitectónicas totalmente temporales y sin residuos.

Imágenes de The Living’s Hy-Fi en MoMA PS1
Hy-Fi Tower construida con ladrillos fabricados con micelio. Fotografía © Kris Graves. Gentileza de MoMAPS1.
Hy-Fi no es solo una escultura, es un manifiesto: podemos construir ciudades sin cemento, sin acero y sin dejar cicatrices permanentes en el paisaje.

Biohm: materiales constructivos cultivados con residuos y micelio

En el Reino Unido, la startup Biohm ha llevado esta idea aún más lejos. Han desarrollado paneles de micelio con propiedades aislantes y retardantes del fuego, cultivados en moldes modulares a partir de residuos orgánicos. Su propuesta va más allá de la sostenibilidad: buscan crear materiales funcionales, seguros y adaptables a la normativa de la construcción moderna.

Uno de sus desarrollos más innovadores es el “Orb”, un biocompuesto que puede sustituir a plásticos y maderas sintéticas en revestimientos interiores, mobiliario o aislamientos. Al estar elaborados sin tóxicos, estos materiales no solo reducen las emisiones de CO₂, sino que también mejoran la calidad del aire interior al ser libres de compuestos volátiles.

Samorost: la primera casa de micelio

En Chequia, el arquitecto Tomasz Kloza, en colaboración con la constructora Buřinka, ha creado Samorost, la que se considera la primera casa del mundo construida parcialmente con micelio. No es un experimento aislado ni una instalación efímera: es una vivienda habitable y funcional, que demuestra que el micelio puede integrarse en la arquitectura residencial real.

La casa Samorost está formada por dos volúmenes esféricos unidos por un pasillo central, inspirados en la forma de dos champiñones emergiendo del suelo —un homenaje visual al origen del material. Su estructura combina una base de madera (que actúa como esqueleto) con capas de micelio cultivado que recubren las paredes y parte del mobiliario.

Entre sus propiedades más destacables se encuentran su ligereza, capacidad aislante y eficiencia térmica. El micelio ofrece una excelente acústica, ideal para espacios insonorizados o para quienes disfrutan de escuchar música sin molestar. Los techos pueden abrirse para dejar entrar luz natural, y gran parte del mobiliario interior —como asientos o paneles decorativos— también está elaborado con este biomaterial.

Casa Samorost construida con micelio
Casa Samorost construida con recubrimiento de micelio, diseñada por Tomasz Kloza. Renders cortesía de Buřinka.

Desafíos técnicos y soluciones emergentes

A pesar de su enorme potencial, el uso del micelio en arquitectura aún enfrenta barreras que dificultan su adopción a gran escala:

  • Humedad y degradación: al ser un material orgánico, el micelio es sensible a la humedad prolongada si no se trata adecuadamente. Para evitarlo, se están desarrollando barnices naturales, lacas ecológicas y técnicas de secado específicas.
  • Normativas y homologación: los materiales de micelio todavía no están ampliamente certificados para su uso estructural. Es necesario ajustarlos a estándares técnicos de seguridad, carga y comportamiento frente al fuego.
  • Durabilidad: aunque pueden mantenerse estables durante años si se protegen correctamente, estos materiales no están pensados para durar indefinidamente. Su gran virtud —la biodegradabilidad— se convierte en un reto cuando se buscan usos permanentes.

Aun así, la investigación avanza con rapidez. Cada año surgen nuevos tratamientos, híbridos bio-sintéticos y estudios que confirman que el micelio puede incorporarse con éxito a la paleta de materiales del siglo XXI.

Mobiliario y diseño interior con micelio

Si construir edificios enteros con micelio aún presenta desafíos técnicos, el diseño interior y el mobiliario se han convertido en el terreno donde este biomaterial despliega todo su potencial creativo y funcional. Sillas, lámparas, taburetes, paneles decorativos o separadores de espacios: cada vez más diseñadores exploran el micelio como una alternativa ecológica, versátil y profundamente estética.

Más que un simple sustituto del plástico o la madera, el micelio propone una nueva forma de concebir los objetos cotidianos: como elementos vivos, efímeros y plenamente integrados en el ciclo natural.

Diseñar cultivando: objetos que crecen en moldes

A diferencia de los procesos industriales tradicionales —que implican corte, ensamblaje y generación de residuos—, los objetos de micelio se cultivan directamente en moldes personalizados. El hongo crece en pocos días, alimentado por residuos agrícolas, hasta colonizar completamente la matriz.

El resultado son formas sólidas, ligeras y biodegradables. Esta lógica de diseño cambia radicalmente la relación entre el creador y el material: el diseñador ya no fabrica, sino que facilita condiciones para que el objeto crezca.

Lámparas, sillas y texturas que evocan lo vivo

Uno de los ejemplos más reconocidos es el de la diseñadora Danielle Trofe, cuyas lámparas de micelio han sido exhibidas internacionalmente por su delicado equilibrio entre estética minimalista y materia orgánica.

En la misma línea, el diseñador Jonas Edvard ha creado sillas, pantallas acústicas y objetos decorativos utilizando micelio y residuos vegetales como algas o cáñamo. El resultado son formas suaves, colores naturales y texturas irregulares que evocan el bosque, el suelo húmedo, lo que crece sin artificio.

El micelio como cuero fúngico

Además de su uso estructural, el micelio puede transformarse en biotextiles similares al cuero, como Reishi™ (de MycoWorks) o Mylo™ (de Bolt Threads). Aunque estos materiales son conocidos principalmente por su uso en moda sostenible —con marcas como Stella McCartney o Hermès—, también están siendo incorporados en mobiliario de diseño de alta gama.

Suaves, flexibles y personalizables en textura y color, estos "cueros de micelio" son ideales para tapizados, revestimientos o piezas de lujo sin origen animal ni impacto tóxico.

¿Qué hace al micelio tan interesante para diseñadores?

  • Liviandad: sorprendentemente ligero, facilita el transporte y la manipulación.
  • Resistencia: con el tratamiento adecuado, puede durar años sin degradarse.
  • Estética natural: vetas orgánicas, texturas únicas, cada pieza es irrepetible.
  • Sostenibilidad total: se cultiva a partir de residuos y se biodegrada sin dejar huella.
  • Versatilidad de forma: se adapta a casi cualquier molde, ideal para diseño experimental.
Cuero
Este "cuero vegano" de Mylo™ tiene el aspecto, la textura y el aroma del cuero tradicional, pero está hecho a partir de micelio.

Aunque hoy el mobiliario de micelio es sobre todo artesanal o experimental, las tecnologías de cultivo avanzan rápidamente. Con la creciente disponibilidad de kits, micelio inoculado y nuevas técnicas de secado, no es difícil imaginar un futuro en el que cultivar tus propias lámparas o taburetes en casa sea tan común como hacer pan de masa madre o kombucha.

Ciudades cultivadas: el potencial urbano del micelio

¿Y si no solo los muebles o pequeñas estructuras estuvieran hechos de micelio, sino también barrios, refugios urbanos o instalaciones temporales? Aunque hoy suene utópico, cada vez más diseñadores, urbanistas y bioarquitectos exploran cómo los materiales vivos como el micelio podrían integrarse a escala urbana, dando forma a entornos biodegradables, adaptativos y conectados al ciclo natural.

Más que una moda ecológica, esta tendencia apunta a un cambio profundo de paradigma: construir no como acto de imposición sobre la naturaleza, sino como una colaboración con ella.

Infraestructura urbana biodegradable

Aunque aún en fase de prototipo, ya se están explorando aplicaciones de micelio en la infraestructura urbana, como:

  • Paneles acústicos biodegradables para estaciones, escuelas o salas de conciertos.
  • Revestimientos de fachadas vivos, que actúan como aislantes térmicos y acústicos.
  • Separadores de espacios públicos con funciones bioactivas, como filtrado de aire o regulación de humedad.

La posibilidad de que las paredes y estructuras urbanas no solo estén hechas de micelio, sino que cumplan funciones ecológicas activas —como purificar el aire o absorber CO₂— está cada vez más cerca. Algunos materiales ya se están evaluando por su potencial bioactivo en interiores urbanos cerrados.

Obstáculos reales y posibilidades futuras

Aunque la visión es poderosa, llevar el micelio a escala urbana implica superar varios desafíos técnicos y regulatorios:

  • Producción industrial limitada: los volúmenes aún no permiten grandes infraestructuras.
  • Resistencia y durabilidad: no todos los usos urbanos toleran bien el paso del tiempo o la exposición climática.
  • Normativas desactualizadas: las leyes de edificación no contemplan materiales vivos o biodegradables.

Aun así, los avances son constantes. Con el desarrollo de híbridos bio-sintéticos, tratamientos protectores y nuevas demandas en sostenibilidad urbana, es plausible que en unas décadas las ciudades incluyan zonas cultivadas en lugar de construidas.

Hacia una construcción regenerativa

El micelio se une a una ola de biomateriales emergentes —como el hempcrete (a base de cáñamo), los ladrillos de algas o el biocemento— que desafían la lógica extractiva de la construcción industrial. Todos ellos comparten una misma visión: crear sin destruir.

Pero ¿qué haría falta para adoptar el micelio a gran escala?

  • Normativas claras que reconozcan sus propiedades estructurales y autoricen su uso en edificación.
  • Sistemas modulares y prefabricados que permitan integrarlo fácilmente en los procesos constructivos actuales.
  • Investigación e inversión en tratamientos naturales que prolonguen su vida útil sin comprometer su capacidad de biodegradarse.
  • Un cambio cultural: entender que construir con vida no es solo posible, sino profundamente necesario.

El micelio es más que un material: es una filosofía de habitar. Nos recuerda que lo vivo puede ser bello, útil y resistente. Que construir con inteligencia ecológica no implica renunciar al confort, sino elegir otra forma de relacionarnos con el mundo.

En un planeta herido por el cemento y el carbono, quizá la arquitectura del futuro no se base en lo que extraemos, sino en lo que cultivamos. Y tal vez la respuesta esté, literalmente, bajo nuestros pies.

Referencias

  • https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC8934219
  • https://www.researchgate.net/publication/339572951_Fabrication_and_Characterization_of_Bioblocks_from_Agricultural_Waste_Using_Fungal_Mycelium_for_Renewable_and_Sustainable_Applications
  • https://www.archdaily.cl/cl/949011/edificios-de-hongos-las-posibilidades-del-micelio-en-la-arquitectura
  • https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC9496270
  • https://youtu.be/GCE6uuHegF8?si=6N_mbxcP-Aa4GAbS
  • https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Los-hogares-del-futuro-pueden-estar-construidos-a-base-de-hongos
  • https://www.researchgate.net/publication/373678652_Mycelium-Based_Thermal_Insulation_for_Domestic_Cooling_Footprint_Reduction_A_Review
  • https://www.muyinteresante.com/ciencia/materiales-resistentes-hongos-maitake-ingenieria.html
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