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Dentro del vasto mundo de las setas psicoactivas, la Psilocybe tampanensis destaca por su relevancia histórica y biológica. Esta especie fue la primera en la que se identificó la formación de esclerocios, comúnmente conocidos como trufas mágicas o piedras filosofales. Aunque en estado silvestre es extremadamente poco común —de hecho, solo se ha encontrado en contadas ocasiones en la naturaleza—, la Psilocybe tampanensis pertenece a la familia Strophariaceae y ha sido objeto de amplio cultivo en entornos controlados. Esta práctica se ha desarrollado principalmente por su capacidad única para producir esclerocios, una característica que no comparten todas las variedades de hongos alucinógenos. Gracias a su potencial psicoactivo y su valor como especie pionera en el mundo de las trufas mágicas, la Psilocybe tampanensis se ha convertido en un hongo altamente valorado tanto por investigadores micológicos como por cultivadores especializados.
Aunque se cree que la Psilocybe tampanensis ha sido utilizada desde hace siglos, su descubrimiento oficial no tuvo lugar hasta 1977, cuando fue identificada por primera vez en Tampa, Florida. Curiosamente, a pesar de que la especie lleva el nombre de esta ciudad, no se han vuelto a encontrar ejemplares silvestres en esa zona desde entonces. Sin embargo, sí se han localizado en otros lugares, como en el estado de Mississippi. El espécimen original hallado en Florida fue clonado, y gracias a esa reproducción, hoy en día es posible encontrar con relativa facilidad ejemplares de Psilocybe tampanensis en cultivos especializados.
Este producto está destinado únicamente a fines ornamentales, de colección o con propósitos de investigación micológica. No debe ser consumido en ningún caso. En situaciones de ingesta accidental, esta variedad de trufas podría provocar los siguientes efectos:
Las manifestaciones del consumo se perciben entre 30 y 60 minutos tras la ingestión y su duración total es de 4 a 6 horas aproximadamente.
Para preservar en óptimas condiciones las trufas mágicas se recomienda almacenarlas en su envase original, sin abrir, y mantenerlas refrigeradas. Bajo estas condiciones, su frescura puede conservarse hasta por un mes. Una vez abierto el envase, es recomendable consumirlas en un plazo máximo de 3 días, ya que a partir de entonces podrían comenzar a degradarse sus propiedades.
Si se desea conservarlas durante más tiempo, es aconsejable deshidratarlas completamente. Las trufas secas deben guardarse en un recipiente hermético, en un entorno fresco, seco y oscuro. De esta manera, pueden mantenerse en buen estado por un período de hasta 2 años.
Importante: La cantidad de psilocibina presente en las trufas puede variar significativamente entre su estado fresco y seco.
Contenido del paquete: 15 gramos de trufas mágicas tipo Pajaritos.